Volver a 1994.
Volver a 1994.
Miguel Carbonell.
El
documental “1994” del periodista Diego Osorno, que se puede ver en Netflix, es
un ejercicio de memoria histórica colectiva y una explicación sensata del
proyecto inconcluso de la modernidad mexicana.
A lo
largo de sus capítulos la narración se embellece con una magnífica fotografía y
con entrevistas puntuales a varios de los protagonistas de aquel año febril,
descontrolado, terrorífico y absolutamente imprevisto. Llama la atención
también la cantidad de voces que no están, supongo que por su negativa a
ponerse frente a la cámara de Osorno.
Pero
resulta muy ilustrativo escuchar al Presidente Carlos Salinas, al Subcomandante
“Galeano” (más conocido como Subcomandante Marcos), a personajes muy cercanos a
Luis Donaldo Colosio como Agustín Basave, Alfonso Durazo, Carlos Rojas
Gutiérrez o Mario Luis Fuentes, al propio hijo de Luis Donaldo, quien es hoy en
día un prometedor diputado local del partido Movimiento Ciudadano en Nuevo
León, entre otros.
Quienes
tenemos cierta edad vemos en el documental a personajes que conocimos y
rememoramos esos eventos que nos tocó vivir en tiempo real, pero debería ser
visto también por las generaciones más jóvenes de mexicanos, las cuales harían
bien en revisarlo para comprender qué fue lo que le sucedió a México y porque
el presente que les toca ahora vivir es como es.
El
gobierno de Salinas tomó desde su arranque una de las decisiones más audaces y
polémicas: la firma de un tratado de libre comercio con Estados Unidos y
Canadá. El propio Salinas cuenta que las negociaciones fueron muy intensas y se
demoraron cinco años. Finalmente, en 1993 los tres países firman el tratado, el
cual entraría en vigor el 1 de enero de 1994. El tratado le ha reportado
enormes beneficios a la economía mexicana, como lo han reconocido incluso
quienes en ese momento se opusieron férreamente a su firma. Sin duda que
también hubo perdedores por la apertura económica, pero los datos leídos con
perspectiva histórica avalan ese paso fundamental dado por el gobierno de
México.
Lo
que nadie pareció tomar en serio fue el alzamiento zapatista que se produjo
justamente muy temprano ese 1 de enero. Y tampoco nadie tuvo la previsión de
contar en el escenario político con un protagonista como “Marcos”, quien con
sus cartas plagadas de poesía y buena literatura subyugó a propios y extraños,
generando un imán permanente de atención mediática en plena selva lacandona.
Un
misterio que el documental no aborda es de dónde salió el financiamiento para
organizar a la guerrilla zapatista. No es creíble que comunidades que viven en
alta marginación y rodeadas de pobreza hayan conseguido tantas armas, hayan
podido dedicar tanto tiempo a entrenarse y se hayan organizado de forma tan
efectiva, sin contar con líneas de suministro logístico y financiero que
viniera de alguna parte. El documental de Osorno recoge grabaciones de
movilizaciones y entrenamientos zapatistas que se remontan a 1992. ¿Nadie en el
gobierno de Salinas supo de esas movilizaciones? ¿Nadie levantó la voz de
alerta respecto al trasiego de armas y recursos logísticos?
Uno de los
colaboradores de Colosio menciona como de pasadita que los zapatistas pudieron
haber sido alentados a la insurrección como una forma de derrotar al proyecto
modernizador que representaba la candidatura del sonorense. Persisten muchos
misterios en los que se podría seguir indagando.
Queda
también la sensación, luego de terminar en último capítulo, de que el Estado
mexicano en muchos aspectos es una gran chapuza, que ni queriendo puede
funcionar bien. Basta con recordar la pésima investigación del asesinato de
Colosio o la no menos pintoresca del homicidio de José Francisco Ruiz Massieu,
en la que la PGR recurre incluso a una famosa vidente para hacer su trabajo. La
procuración de justicia es retratada como una farsa, como un juego de ineptos,
como una grotesca representación que no resuelve nada y todo lo enreda,
masacrando vidas y honras. No estoy seguro de que 25 años después hayamos mejorado
mucho.
Tiene
razón el Presidente Salinas cuando dice en el documental que la investigación
del caso Colosio se pudo terminar gracias al trabajo profesional y eficiente
del último fiscal especial, Luis Raúl González Pérez. Esa investigación sí fue
profesional y exhaustiva, rigurosa y metódica para resolver muchas dudas
alrededor de Mario Aburto y de las supuestas teorías del “complot” alrededor
del caso.
Volver
a 1994 es volver a un año cismático en la historia del país. Un año que,
esperemos, nunca debería repetirse. Un año en el que México despertó totalmente
desagarrado. Un año muy triste, del que todavía no nos recuperamos del todo.