Jugando con fuego.
Jugando con fuego.
Miguel Carbonell.
El
Presidente de la República dice ser un ávido lector de la historia política del
país. Incluso ha publicado con su nombre algunos libros en la materia. Por ello
debe saber que hay dos temas con los que conviene no jugar, ya que pueden poner
en pie de guerra al México bronco.
Uno
de ellos es el carácter laico del Estado mexicano. EL UNIVERSAL ha estado
informando de manera muy puntual sobre las nuevas exigencias de las iglesias:
quieren ser titulares de concesiones de medios de comunicación electrónica
(estaciones de radio y canales de televisión) y quieren poder participar en la
lucha partidista para acceder a cargos de representación popular. Frente a esas
dos pretensiones, parece algo menor la implicación de representantes
evangélicos en el reparto y difusión de la “Cartilla Moral” que promueve el
gobierno; un empate de agendas, propósitos y fines que debería prender todas
las alarmas de quienes defendemos el Estado laico, pero que palidece frente al
asalto por medio del cual las iglesias pretenden tomar el poder mediático y el
poder político.
El
gobierno ha tenido una postura cuando menos silenciosa al respecto, lo que
permite suponer que el discurso “juarista” es de dientes para afuera y no una
convicción verdadera. Juárez no solamente fue un reformador, sino un presidente
comprometido con la separación entre el Estado y las iglesias. Esa separación
es lo que hoy parece estarse derrumbando, sin que nadie desde el gobierno
federal eleve la voz o haga lo necesario para una cabal aplicación de la ley de
la materia.
El
otro tema es incluso más delicado. Dicen y repiten con frecuencia que no está
en el proyecto del Presidente modificar la Constitución para buscar ser reelecto.
El propio Presidente lo acaba de firmar como un compromiso ante notario. La
duda que surge es: si tienen tan claro que la reelección presidencial sería un
error de proporciones históricas y una convocatoria a la sublevación, ¿porqué
necesitan repetirlo tanto? Ayer lo volvió a decir el Senador Ricardo Monreal (uno de los máximos
interesados en que AMLO no se pueda reelegir, por sus legítimas aspiraciones a
sucederlo) en estas mismas páginas de EL UNIVERSAL. El tema de la reelección presidencial
es un fantasma que debería estar muerto y enterrado, pero que se agita y parece
revivir desde el propio discurso gubernamental. ¿Qué necesidad existe de
traerlo a la mesa una y otra vez, si dicen que no les interesa en modo alguno?
Contrariamente
a lo que dicen, muchos mexicanos piensan que AMLO sí se va a intentar reelegir
y para ello va a luchar con todas sus fuerzas para que MORENA obtenga el mejor
resultado posible en las elecciones intermedias del año 2021. Eso no le abriría
la puerta para hacer una reforma constitucional porque seguirá sin mayoría en
el Senado, pero podría seguir controlando el dinero público a través del
Presupuesto de Egresos de la Federación, lo que le permite una gran capacidad
de influencia sobre los senadores de oposición.
La
iniciativa de reelección presidencial no vendría del Presidente, ni siquiera de
algún legislador de MORENA. Es probable que utilicen los servicios de algún
legislador de un partido pequeño (sobran las ganas de quedar bien entre los
legisladores del Partido Verde o del Partido del Trabajo) y luego movilicen a
sus bases sociales (bien incentivadas por los programas de transferencia de
dinero en efectivo que se están poniendo en marcha) para exigir que se permita
al pueblo votar en el año 2024 por AMLO. Esa es la ruta posible y probable,
digan lo que digan en público los interesados.
Que
un Presidente firme compromisos ante un notario no sirve para nada. Desde el
punto de vista jurídico una declaración semejante no vale más que una reforma
constitucional; y desde el punto de vista político ya sabemos que los políticos
mexicanos no suelen honrar la palabra: mienten cada vez que hablan, tal como
nos lo enseña la historia reciente.
Peña
Nieto firmó centenares de compromisos y cumplió los que le dio la gana. Lo
mismo hará AMLO si “el pueblo bueno y sabio” le pide que se quede en el poder
otros seis años para lograr la consolidación de los proyectos de la 4T.
Debemos
estar alerta: el carácter laico del Estado mexicano y el principio de la no
reelección presidencial son dos columnas vertebrales que le han costado mucha
sangre al país. Son un patrimonio constitucional que nos pertenece a todos y
que ningún gobierno debería poder destruir. Ya veremos.