Gracias, Ministro Cossío.
Gracias, Ministro Cossío.
Miguel Carbonell.
(Texto publicado en El Universal
el 20 de noviembre de 2018).
A finales del año 2003, un joven constitucionalista de
apenas 42 años tomaba posesión del cargo de Ministro de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación.
Nunca en historia de la Corte había llegado a ejercer esa
posición una persona con tan vasta preparación académica: estudios de
licenciatura en la Universidad de Colima, posgrados en la UNAM y en España,
estancias posdoctorales en Estados Unidos, una impresionante obra jurídica a
través de decenas de libros y centenares de artículos, miles de cátedras y
conferencias en México y el extranjero.
Dentro de unos días, 15 años después de su llegada al máximo
tribunal del país, José Ramón Cossío Díaz –vecino de página aquí en El
Universal- se despedirá del cargo que con tanta dignidad ha desempeñado.
Sus contribuciones a la historia constitucional del país
serán estudiadas y analizadas por los especialistas en los años por venir. Yo me
quedaría con dos de sus principales aportaciones a la vida jurídica de México:
gracias a Cossío y aprovechando la sentencia del caso Rosendo Radilla Pacheco
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, llegó a México la doctrina del
control de convencionalidad y se ordenó a todos los jueces mexicanos que
aplicaran los derechos humanos contemplados en tratados internacionales. Era
algo que se había buscado desde hacía 60 años y se plasmó gracias a una ponencia
del Ministro Cossío y al voto favorable de la mayoría de los integrantes del
Pleno de la Suprema Corte.
La otra gran aportación de Cossío, desde mi punto de vista,
es su permanente atención a los temas del conocimiento científico, como
palancas para poder tomar buenas decisiones judiciales. En temas que van desde
el aborto hasta las telecomunicaciones, desde los análisis de ADN hasta el
detector molecular utilizada por la SEDENA supuestamente para detectar armas de
fuego, la actitud de Cossío siempre fue: “vamos a consultar a los expertos y
con base en lo que nos digan los que más saben, tomamos como jueces
constitucionales una decisión fundada”.
Quedarán para el recuerdo sus encontronazos dialécticos con
algunos de sus compañeros integrantes del Pleno de la Corte. En sus inicios en
la Corte, Cossío debatió fuerte con los Ministros Mariano Azuela y Sergio
Aguirre Anguiano, los cuales no dejaban de intentar refutar una y otra vez al
joven e impetuoso Cossío. Alguna vez lo sacaron tanto de sus casillas que, en
un gesto inédito en el Pleno de la Corte hasta donde tengo noticia, de plano se
paró y abandonó la sesión enfurecido.
En los últimos años el nivel argumentativo en la Corte ha
declinado ostensiblemente y pocos han estado a la altura discursiva de Cossío.
El único Ministro con una preparación semejante, que se sumó a la Corte en el
año 2009 y que ha realizado una tarea verdaderamente titánica es Arturo
Zaldívar. Con él también ha discutido frecuentemente Cossío. Pudiendo haber
sumado fuerzas, por alguna extraña razón con frecuencia Zaldívar y Cossío han
sostenido posturas enfrentadas. Muchos en la comunidad jurídica lo hemos
lamentado, ya que se trata de dos de las personas más brillantes del panorama
jurídico mexicano.
A los 57 años, desde el punto de vista intelectual, todavía
se está en plenitud de facultades. Además de regresar a la cátedra y de seguir
con sus tareas en el Colegio Nacional y en las demás instituciones de las que
forma parte, Cossío puede seguir aportando mucho al país. Cuenta con un bien
ganado reconocimiento nacional e internacional, lo que sin duda le abrirá
muchas puertas.
Ojalá ahora que tenga más tiempo disponible se decida a
escribir sus memorias como Ministro. Pero no para narrar los casos que le tocó
resolver y para contarnos los criterios jurídicos que con su talento pudo
lograr que fueran aprobados, sino para permitirnos vislumbrar la vida interna
de la Corte y la forma en la que pudo insertarse en esa dinámica una persona
talentosa que no venía de la carrera judicial. Estoy seguro que a lo largo de
sus 15 años como Ministro Cossío pudo ser testigo de cosas buenas de sus
compañeros, pero también de muchísimas trapacerías, de las presiones que sufren
en su trabajo, del cuestionable desempeño de los litigantes, del cabildeo que
realiza el gobierno. Si se decide a contar todo eso en un libro, estoy seguro
que sería el más leído de todos los que ha escrito.
En todo caso, le estamos muy agradecidos, señor Ministro
Cossío, por haber servido con tanta entrega y fervor a la causa de la justicia
en México. No tengo duda que, luego del último día de noviembre, se le va a
extrañar (y mucho) en la Suprema Corte.