¿Abogados o robots?
¿Abogados o robots?
Miguel Carbonell.
Hay
un capítulo dedicado a los abogados en el más reciente libro de Andrés
Oppenheimer sobre el futuro del trabajo. El autor nos advierte que el 47% de
los trabajos que conocemos actualmente están en riesgo de desaparecer en los
próximas dos décadas. La abogacía no es uno de ellos, aunque sin duda será
fuertemente impactada por los avances tecnológicos.
Lamentablemente,
muchos colegas abogados siguen pensando que todo va a seguir igual y que no hay
nada de qué preocuparse. Eso es lo mismo que pensaban los dueños de los
caballos en Estados Unidos, antes de que aparecieran los coches. O lo que
decían los taxistas antes de Uber o los dueños de Kodak antes de Instagram.
Lo
cierto es que harían bien los abogados en ponerse las pilas y comenzar a ver lo
mucho que ya está cambiando en el mercado de servicios jurídicos. Aunque en
México siempre llegamos con retraso a las innovaciones tecnológicas, no cabe
duda de que también sentiremos muy pronto el efecto de la “robotización” de la
abogacía.
Por
ejemplo, Oppenheimer nos recuerda que las disputas resueltas mediante
plataformas virtuales entre compradores y vendedores de eBay suman el triple
que el total de juicios ventilados en todos los tribunales de Estados Unidos.
¿Qué va a suceder con la profesión de juez o con los litigantes cuando esas
plataformas se extiendan cada vez más y las personas resuelvan allí sus
disputas legales?
Hoy
en día ya existen páginas de internet que por cantidades muy bajas de dinero proveen
a los usuarios de documentos jurídicos básicos como un contrato de
arrendamiento, un formato de testamento u otros documentos de uso común. Esa
tecnología permite ahorrar mucho dinero contratando los servicios de los
“abogados robots” en vez de gastarlo en interminables consultas con los
abogados de carne y hueso.
Los
sistemas de inteligencia artificial pueden calcular las posibilidades que tiene
una persona de ganar o perder un juicio. Ese cálculo de probabilidades
permitirá evitar muchos pleitos que a veces son artificialmente incentivados
por los propios abogados, en aras de aumentar sus honorarios profesionales. Si
una persona sabe que tiene un 80% de posibilidades de perder un juicio, ¿de
todas formas va a gastar su dinero contratando a un abogado o va a buscar otra
manera de resolver su asunto?
Los
programas de inteligencia artificial son capaces de analizar millones de
documentos judiciales y establecer un “ranking” de los despachos jurídicos, con
base en el número de asuntos que ganan o pierden, permitiendo de esa forma que
el cliente contrate solamente a despachos ganadores. Esa puede ser una
herramienta que termine de enterrar a los despachos mediocres o francamente
malos, que sin duda los hay. De hecho, puede aplicarse incluso al interior de cada
despacho, para que los socios decidan si vale la pena o no mantener en la
nómina a sus abogados.
Los
robots quizá también ayuden a mejorar el desempeño y la imparcialidad judicial.
Algunos estudios citados en el libro de Oppenheimer señalan que los jueces
penales emiten sentencias más severas antes de la hora de la comida y suelen
ser más suaves las que dictan después de haber comido. Los mismos jueces
solamente pueden trabajar durante una jornada laboral normal y necesitan tomar
vacaciones; eso –junto a la enorme carga de trabajo que deben enfrentar- hace
que los juicios sean muy tardados. Los futuros “jueces-robots” podrán trabajar
durante las 24 horas del día, los 365 días del año. Revisarán el derecho
aplicable en cuestión de segundos y encontrarán sin dificultad el precedente
que deben considerar para emitir su fallo.
Todo
eso no significa que los abogados van a desaparecer, pero sería muy ingenuo
pensar que la tecnología no afectará al sector de los servicios legales. El
impacto de la robotización ya se está sintiendo en los países más
desarrollados. Los abogados que solamente hacen tareas rutinarias son los que
más pronto serán reemplazados.
Los
demás tendrán que saber utilizar las nuevas tecnologías para desempeñarse con
éxito en un ambiente laboral muy competido, en el que también estarán presentes
otros profesionistas; Oppenheimer nos recuerda que los “cuatro grandes”
despachos de auditoría y contabilidad (Deloitte, EY –que antes de llamada
Ernst&Young-, KPMG y PwC) ya están reforzando sus áreas de servicios
jurídicos. Por ejemplo, los servicios jurídicos de EY ya están presentes en más
de 65 países y PwC ya está dentro de los 10 despachos jurídicos más grandes del
mundo por número de abogados.
Así
que ya lo saben, estimados colegas: el futuro nos alcanzó. O nos modernizamos o
pronto tendremos que buscar otro trabajo.