Abogados excelentes

Abogados excelentes

Miguel Carbonell.
Director del Centro de Estudios Jurídicos Carbonell AC.

Un abogado excelente es el que ha recibido una preparación de primera categoría en la escuela (desde la formación en los niveles básicos, hasta los estudios de posgrado). Preparación de excelencia implica al menos dos cosas[1]: a) un desarrollo intelectual excepcional; y b) un desarrollo personal excepcional.
Un desarrollo intelectual de excelencia incluye al menos los siguientes aspectos:

a)     Un profundo y completo manejo del contenido de las distintas ramas del derecho, incluyendo cuestiones teóricas, de políticas públicas y jurisdiccionales;

b)    Un desarrollo completo para llevar a cabo razonamientos jurídicos, análisis normativos, comprensión profunda de normas y de casos, sobresaliente capacidad de redacción, análisis de estrategia litigiosa, síntesis de posibilidades a partir de circunstancias concretas y pensamiento crítico;

c)     Capacidad para generar documentos jurídicos aplicables a un amplio abanico de situaciones y casos: redacción de contratos, demandas, recursos judiciales, acuerdos de amigable composición, memorándums, etcétera;

d)    Capacidad de interactuación para resolver problemas jurídicos: negociación, asesoría a clientes, desempeño en audiencias orales, mediación, arbitraje, investigación de hechos a partir de casos concretos, etcétera;

e)     Adquisición de criterio propio, capacidad para formular preguntas complejas, posibilidad de aplicar conceptos y razonamientos para resolver casos reales;

f)     Capacidad de seguir aprendiendo en el futuro, a partir de lo aprendido en los estudios universitarios.

Un desarrollo personal de excelencia supone al menos lo siguiente:

a)     Un autoconocimiento profundo de la propia historia, emociones, habilidades, puntos de vista, limitaciones, prejuicios y asunciones;

b)    Crecimiento de la confianza en uno mismo y de la motivación intrínseca que nos lleve a querer seguir aprendiendo y estudiando a lo largo de toda nuestra existencia, de acuerdo a nuestras propias expectativas;

c)     Desarrollo de un sentido de responsabilidad hacia uno mismo y hacia los demás, lo que se basa medularmente en el desarrollo moral de cada estudiante;
d)    Aumento de la habilidad necesaria para comprender emociones propias y ajenas, así como para sentir compasión por los demás;

e)     Desarrollo de actitudes e identidades profesionales vinculadas con los valores de la profesión jurídica, con los objetivos que persigue el derecho y con la construcción de sociedades más justas.



[1] Sigo las ideas de Hunter Schwartz, Michael et al., What the best law teachers do, Cambridge, Harvard University Press, 2013, pp. 35 y siguientes.





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