Legisladores becados
Legisladores becados.
Miguel Carbonell.
Todas
las encuestas demuestran el profundo desprecio que los ciudadanos sentimos
hacia la clase política del país. Pero los que se llevan la palma son los
diputados y senadores, que son en quienes menos confiamos los mexicanos, a la
par de la desconfianza que genera la policía.
Un
extranjero de visita en nuestro país podría quizá preguntarse si es para tanto
o si ese enojo es más producto del efecto “irritante” de las redes sociales y
de una serie de distorsiones en la percepción social.
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en argumentación jurídica? Mira.
Lo
cierto es que, al menos en el caso de la gran mayoría de los legisladores, el
desprecio ciudadano tiene pleno fundamento. Indigna, con toda razón, que de los
628 legisladores que integran el Congreso de la Unión solo justifican su sueldo
aproximadamente un 10% de ellos. El resto ha pasado 3 o 6 años disfrutando de
una muy cuantiosa beca, que nos sale carísima de los ciudadanos.
Sí,
así como se lee. Tenemos legisladores becados, gente que cobra por su cargo de
diputado o senador pero que en realidad no ha hecho absolutamente nada a favor
de la ciudadanía ni ha aportado nada trascendente para resolver los grandes
problemas del país.
Es
más, si le preguntamos a los ciudadanos, estoy seguro que más del 90% no sabría
identificar el nombre de sus representantes en el Congreso federal (y con toda
probabilidad, tampoco en el congreso de su propia entidad federativa).
Los
legisladores federales podrán argumentar que han aprobado cientos y cientos de
iniciativas y puntos de acuerdo, que han sesionado incontables horas y que las
comisiones parlamentarias trabajan a buen ritmo. De una vez se los digo, para
que no tengan duda: son unos mentirosos.
Lo
cierto es que el trabajo legislativo real se hace fuera de las Cámaras. Un dato
lo demuestra: en la actual LXIII Legislatura el Presidente ha enviado 36
iniciativas. Ya se han aprobado 30, solamente le han desechado una y tiene 5
pendientes de aprobación. Su eficacia es del 83%. En contraste, la efectividad
de los legisladores del PRI (que tiene los grupos parlamentarios más grandes en
ambas Cámaras) es solamente del 11%, es decir, el 89% de las iniciativas de
legisladores priistas son desechadas, retiradas o se encuentran en la
“congeladora legislativa”, esperando que mueran de aburrimiento. El PRD tiene
una tasa de efectividad en la aprobación de sus iniciativas de apenas el 10% y
Movimiento Ciudadano está incluso peor con un escaso 8%. Los demás grupos
parlamentarios andan en número parecidos, ridículamente bajos.
La mejor forma de aprender derecho
es analizando casos prácticos Mira.
Además
de aprobar leyes, los legisladores tienen funciones de vigilancia y control
sobre el gasto público, así como amplias facultades de nombramiento de
funcionarios de alto nivel. Ninguna de ellas ha sido plenamente ejercida por
nuestros legisladores becarios. Tienen pendiente el nombramiento del Auditor
Superior de la Federación, de los 32 Magistrados encargados del combate a la
corrupción que van a formar parte del Tribunal Federal de Justicia Administrativa,
del Fiscal Anticorrupción y del Fiscal General de la Nación, de dos integrantes
del Instituto Nacional de Acceso a la Información cuyas vacantes se darán en
las próximas semanas, de un miembro del Comité de Participación Ciudadana del
Sistema Nacional Anticorrupción, un Comisionado del Instituto Federal de
Telecomunicaciones, uno de la Comisión Federal de Competencia Económica, uno de
la Comisión Nacional de Hidrocarburos y dos del Instituto Nacional para la
Evaluación de la Educación, más lo que se les vaya acumulando.
Frente
a tantos y tan relevantes pendientes, uno pensaría que nuestros
“representantes” populares (perdón por el eufemismo, estimado lector), estarán
encerrados día y noche para poder entregar buenas cuentas a la ciudadanía. Nada
de eso. Se les ve en mítines políticos, en reuniones de partido, en carreras
frenéticas para buscar su próximo hueso. Pero nada de trabajo: eso no es propio
de nuestros becarios favoritos, esos mantenidos del erario, que ya se
acostumbraron a no hacer nada y seguir cobrando altísimos sueldos por ello.
Porque
eso sí: cobrar es lo mejor que saben hacer. Cuando se trata de aprobarse bonos,
repartirse las partidas que recibe cada grupo parlamentario o encontrar huecos
legales para ejercer los famosos “moches”, ahí todos están presentes, apuntados
y participando entusiastamente.
Son
de lo peor que tiene el país. Merecen estar en el basurero de la historia. Ya
lo están, sin duda alguna.