Los abogados deben saber expresarse
Los abogados deben aprender a expresarse.
En
general para todos los profesionistas, pero sobre todo para los abogados, es
indispensable saber comunicar de forma adecuada su pensamiento. No basta con
tener muchos conocimientos si no se es capaz de articularlos adecuadamente, a
fin de compartirlos con otras personas. Eso es lo que hacen los abogados
postulantes cuando redactan una demanda, los ministerios públicos o fiscales
cuando preparan un pliego de consignación, los jueces cuando dictan una
sentencia y hasta los notarios cuando redactan una escritura.
Una
adecuada comunicación requiere capacidad de síntesis, claridad en el uso de
conceptos, propiedad en el lenguaje (no abusar de tecnicismos, pero tampoco
exagerar con el uso de lenguaje coloquial), ordenación correcta de las partes
del mensaje que se busca transmitir, etcétera.
En
la actualidad los abogados deben saber expresarse tanto por escrito como de
forma oral, ya que cada vez es más amplio el número de materias en las que los
juicios orales van tomando gran importancia.
Para
lograr una buena expresión escrita es necesario que los profesores les pidan a
los alumnos que redacten ensayos y textos de distinta naturaleza a lo largo de
la carrera. Por ejemplo, pueden pedirles ensayos breves sobre un tema que se
haya visto en clase, resúmenes de lecturas que el profesor les encargue,
redacción de iniciativas de reforma constitucional o legal, proyectos de
sentencia, etcétera. Lo importante es que los alumnos vayan ejercitando su
capacidad de redacción desde la carrera y no se esperen hasta el momento de
emprender su práctica profesional.
En
las universidades de Estados Unidos el aprendizaje de una correcta expresión
escrita es tan relevante que los alumnos llevan cursos de redacción. No se
considera que deba ser algo que corresponda enseñar solamente en la educación
preuniversitaria, sino que se refuerzan y profundizan las habilidades de
redacción y sintaxis una vez que los estudiantes alcanzan un nivel
universitario.
Esto
se debe en alguna medida a las deficiencias con las que llegan los alumnos a
los cursos superiores. Muchos de ellos arrastran deficiencias de la educación
básica que si no son eliminadas, supondrán un obstáculo considerable para el
aprendizaje que deben llevar a cabo en la carrera. Quizá en México se podría
valorar la necesidad de impartir algunos cursos semejantes en los primeros
semestres de la carrera o bien en cursos de verano que los alumnos pudieran
tomar de forma voluntaria para superar sus problemas de expresión escrita.
Los
alumnos deben tener la oportunidad (y la correspondiente obligación) de
escribir mucho a lo largo de la carrera. Los profesores deben pedirles informes
de lectura, comentarios a sentencias, redacción de escritos procesales
(demandas, contestaciones, alegatos, recursos, etcétera). No olvidemos que la
escritura requiere de mucha práctica, de modo que cuanto más escriban nuestros
alumnos más mejorarán en sus habilidades expresivas.
Lo
que se debe desarrollar en el alumno (y el profesor hará bien en recordárselos
permanentemente) son tres cosas principalmente:
A)
una redacción bien organizada, en la que los distintos aspectos tratados en el
texto lleven el orden de exposición adecuado;
B)
claridad, ya que no importa lo profundo que pueda parecer o que en efecto sea
un texto si resulta incomprensible. La claridad es un requisito indispensable
para que cualquier comunicación tenga sentido y pueda cumplir con la meta de
lograr transmitir un mensaje; y
C)
capacidad de persuadir, ya que el papel del abogado es siempre (o casi siempre)
convencer al lector de que quien está escribiendo tiene la razón. Los abogados
normalmente escriben para convencer, para demostrar un punto, para persuadir a
un juez o a una autoridad. La capacidad de persuasión y la inteligencia para
demostrar la razón que le asiste a uno es algo que siempre se debe tener en
cuenta en la enseñanza de la expresión escrita para el caso de los futuros
abogados.
Respecto
a la expresión oral, los alumnos también deben ser preparados a lo largo de sus
estudios de licenciatura. Para capacitarlos en el sistema de audiencias orales
es indispensable que hagan “simulaciones” de juicios en aulas diseñadas con ese
propósito. En esas simulaciones los alumnos deben desempeñar los distintos
papeles que un abogado adopta en la práctica. Es decir, un día tienen que ser
defensores, otro serán jueces y en otro más serán los fiscales. Lo importante
es que comprendan el diferente papel que desempeña cada parte y que sepan
asumirlo como propio, utilizando las facultades y prerrogativas que les da la
ley.
Ese
tipo de prácticas, además, les irá quitando a los jóvenes estudiantes el
llamado “miedo escénico”, que no es otra cosa más que los nervios que todos
hemos sentido alguna vez en nuestra vida al hablar en público. No es nada fácil
pararse frente a un auditorio (sea grande o pequeño) y hablar; sirve mucho
tener práctica, ya que de esa forma se aprende a dominar los nervios, a manejar
correctamente el tiempo de exposición (para no quedarse corto, pero tampoco
excederse), a ordenar los temas que deben exponerse, a hacer “mapas”
expositivos que nos puedan ir guiando sin necesidad de leer, etcétera.
Ahora
bien, en esos ejercicios es importante que los profesores suministren
retroalimentación a sus alumnos, de modo que les hagan ver en qué aspectos
pueden mejorar y cuáles son sus puntos débiles. Incluso se puede propiciar un
espacio para que sean sus propios compañeros los que les indiquen a los
estudiantes en qué pueden hacerlo mejor o qué partes de sus mensajes deben ser
más claras y precisas. Esta retroalimentación es necesaria tanto para mejorar
la expresión oral como escrita.
Hay
que tener presente que la capacidad de expresión oral es una de las cualidades
que más valoran los empleadores al momento de elegir a quienes ocuparán un
puesto de trabajo. La capacidad de hablar articuladamente, de ser claros en su
exposición, de lograr una comunicación efectiva, es un elemento que le da
muchas ventajas en el campo profesional a los futuros abogados.
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