¿Qué debemos enseñar en las escuelas de derecho?

¿Qué debemos enseñar en las escuelas de derecho?

Miguel Carbonell.
Director del Centro de Estudios Jurídicos Carbonell AC.


La primera pregunta que debemos hacernos desde las escuelas y facultades de derecho es qué queremos enseñar. Es un cuestionamiento que puede incluso hacerse un poco más complejo y desdoblarse al menos en los siguientes aspectos:
-       ¿Qué necesidades de aprendizaje tienen los alumnos?
-       ¿Cómo debemos prepararlos para el ejercicio de la profesión?
-       ¿Qué tipo de metodología docente permite servir mejor a esos objetivos?
-        ¿Necesitamos darles una preparación para que sean litigantes principalmente o también para que puedan desempeñarse en otras tareas del quehacer jurídico?
-       ¿Necesitamos que los futuros abogados sepan historia, filosofía, economía y ciencia política?
-       ¿Es mejor darles muchos conceptos para que cuenten con una comprensión global de las instituciones jurídicas o sirve más la enseñanza de casos prácticos para que aprendan a razonar a partir de problemas reales?
-       ¿Queremos que los egresados de derecho sean solamente buenos técnicos en materia jurídica o también debemos trabajar en la formación de ciudadanos, dispuestos y preparados para defender la democracia y hacer avanzar el Estado constitucional de derecho?
-       ¿Cómo vamos a introducir las nuevas tecnologías que las generaciones más jóvenes utilizan cotidianamente, dentro del trabajo que hacemos en el aula?
-       ¿Podemos ayudarnos de Facebook, Twitter y Youtube para formar mejor a nuestros alumnos?
-       ¿Cuál es la mejor forma de evaluar a los alumnos: examen, trabajo final, participación en clase, exposición oral, resolución de caso práctico, alguna actividad en equipo? ¿Acaso una combinación de todo lo anterior?
-       ¿Pueden servirnos el cine y la literatura para hacer mejor nuestro trabajo como profesores y para que los alumnos adviertan nuevas dimensiones de los fenómenos jurídicos?

En el fondo de varias de las preguntas anteriores descansa una de carácter más general; una pregunta estructural, por llamarla de alguna manera: ¿qué capacidades y conocimientos debe tener un jurista del siglo XXI?
Al definir el modelo de jurista en realidad estamos determinando el mejor tipo de enseñanza del derecho, ya que los procesos educativos deben estar guiados siempre por algún objetivo que se pretende alcanzar. En nuestro caso el objetivo inmediato es (o mejor dicho: debe ser) poder formar a juristas que cuenten con la preparación suficiente para desempeñar con éxito y de forma destacada su trabajo. Ni más ni menos.
En virtud de lo anterior es que podemos afirmar, tomando una idea de Frederick Schauer[1], que la tarea principal de la enseñanza del derecho es preparar a los alumnos para que sepan pensar como un abogado.
Eso significa que no tenemos que centrarnos en vanos ejercicios para que los estudiantes memoricen textos legales, ni tampoco podemos dedicar excesivo tiempo a exponer teorías jurídicas o enfoques doctrinales que ya se han superado. Debemos centrarnos en lo principal: hacer que nuestros estudiantes razonen frente a un problema como lo hacen los abogados. O incluso más: como lo hacen los buenos abogados, los mejores, los número uno.
Para lograr ese objetivo debemos de tomar en cuenta algunas premisas que en buena medida complementan lo que se expondrá en las siguientes cartas, pero que me parece importante enunciar de manera general en este momento.

Para que nuestros alumnos aprendan a pensar como abogados es necesario entre otras muchas cosas lo siguiente:

1) Que sepan que los ordenamientos jurídicos actuales se integran por un número importante de fuentes del derecho. La complejidad de los ordenamientos jurídicos de nuestros días, en cualquier materia, debe ser un punto de partida permanente en nuestras explicaciones. Si un maestro de derecho penal, civil o administrativo solamente expone el contenido del código penal, del código civil o de la legislación administrativa seguramente será un mal maestro. Ese profesor debe hacerles ver a los alumnos que junto al código y las leyes existen otras fuentes del derecho y que un buen abogado debe conocerlas y manejarlas con soltura. Ese conocimiento y adecuado manejo de todas las fuentes del derecho comienza en el aula.

2) Que tengan claro que todo abogado exitoso sabe llevar a cabo complejos procesos interpretativos y que lo hace tomando en consideración el papel que le toca jugar en el caso concreto del que está conociendo. Hay que dejar perfectamente sentado esto: lo que hacemos los abogados es interpretar normas jurídicas y, a partir de dicha interpretación, desarrollar argumentos a favor de la causa que estamos defendiendo. Los alumnos deben tener la capacidad de encontrar una norma jurídica que sea relevante, saber desentrañar su significado y estar en posibilidad de aplicarla a un caso concreto para lograr resolverlo. Y deben hacer esa operación con independencia de la postura que les toque ocupar en un determinado caso: deben saber hacerlo tanto si se desempeñan como fiscales y están acusando a una persona de haber cometido un delito, como si son defensores de esa misma persona o si son jueces y les va a tocar decidir sobre su inocencia o culpabilidad. Los buenos abogados construyen argumentos válidos en todas las posiciones que les toca ocupar; los alumnos deben saberlo y además deben estar preparados para hacerlo así.

3) En virtud de lo que acabamos de señalar en el punto anterior, los estudiantes deben enfrentarse a casos prácticos desde los primeros semestres de la carrera (incluso desde que inician el primer semestre, como sucede en las universidades de los Estados Unidos y en muchas universidades europeas). Eso les va a permitir entrar en contacto con la realidad de nuestro sistema jurídico y les va a enseñar a identificar los detalles que hacen que un caso se gane o se pierda. No tengo duda de que deben tener sólidas bases conceptuales y teóricas, pero también es cierto que deben tener la capacidad de resolver casos concretos. Esto es lo que exige el ejercicio de la profesión y es algo que no podemos olvidar cuando damos clase. Los casos concretos les hacen ver a los estudiantes “la vida del derecho” tal como funciona en la realidad, más allá de lo que les cuenten los libros de doctrina jurídica.

4) Los alumnos deben saber que un abogado siempre debe ofrecer sus puntos de vista y defenderlos dando razones. En un Estado de derecho no se admiten los argumentos de autoridad. No sirve de nada que en un tribunal un abogado diga “Me asiste la razón y por tanto mi cliente es inocente porque lo digo yo”. Que lo diga él o que lo diga un teórico en sus libros o que lo diga cualquiera de sus colegas abogados no supone ni implica una buena razón.
Para poder demostrar cualquier punto de vista con razones se debe estar en capacidad de construir argumentos. Esa es, de hecho, la segunda finalidad de toda interpretación jurídica. La primera es desentrañar el significado de una norma, identificando los mandatos, derechos, prerrogativas, etcétera establecidos por el autor de la norma. La segunda finalidad es aplicar esos significados (ese “texto interpretado”) para construir razones y argumentar a favor o en contra de tal o cual punto de vista.
En síntesis, podemos afirmar que las escuelas y facultades de derecho tienen como misión central dotar a los alumnos de la capacidad de pensar como un abogado y que para ello son indispensables cuatro cosas:

1) conocer la complejidad del sistema de fuentes del derecho que tiene actualmente todo sistema jurídico;
2) saber interpretar las normas que lo integran;
3) tener capacidad de resolver casos concretos; y
4) saber ofrecer razones que le den sustento a sus puntos de vista y a las posturas que se van a defender.

La idea de que los alumnos deben aprender a pensar como abogados es el objetivo inmediato de la enseñanza del derecho. Pero hay un objetivo mediato, igual de importante desde mi punto de vista: la universidad debe formar mejores personas. No se trata solamente de ofrecer conocimientos técnicos en las aulas universitarias. Eso es necesario, pero no es suficiente. Debemos lograr otros objetivos en los jóvenes que son nuestros alumnos.


[1] Schauer, Frederick, Pensar como un abogado. Una nueva introducción al razonamiento jurídico, Madrid, Marcial Pons, 2013.

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