¿Cómo será el mundo en el 2050?
¿Cómo será el mundo en el 2050?
Miguel Carbonell.
Director del Centro de Estudios Jurídicos Carbonell AC.
Imaginar un mundo
nuevo.
Desde hace mucho tiempo, a los seres humanos les encanta
pensar en el futuro. Es una de las vertientes más típicas del pensamiento tanto
occidental como oriental. Las “profecías” han sido un rasgo común para culturas
antiguas y modernas, desde los mayas hasta las visiones futuristas de Julio
Verne, Issac Asimov o Alvin Toffler ya en los tiempos más recientes.
La abundancia de reflexiones sobre el futuro seguramente se
debe al hecho de que nos preocupa lo que va a suceder el día de mañana; muchas
personas creen que al conocer las posibilidades de lo que será el futuro, se
puede uno preparar para las desgracias que pudieran llegar a suceder más
adelante en nuestras vidas.
Siguiendo con esa tradición, la prestigiosa revista inglesa The Economist convocó a varios de sus
mejores redactores a pensar en cómo sería el mundo en el 2050. El resultado es
un fascinante libro que se acaba de publicar en España, traducido al castellano[1].
Lo que el libro demuestra es que en los próximos 30 o 40 años
el mundo se asomará a varios “megacambios” que alterarán la forma de vida de
miles de millones de seres humanos y que implicarán importantes novedades en
distintos campos del quehacer de las sociedades.
Un planeta con mucha
población.
Para empezar, en el 2050 la tierra será un planeta mucho más
poblado; si las tendencias siguen su actual rumbo, llegaremos en ese año a los
9 mil millones de habitantes. Algunos países verán estancada su población, pero
otros darán un salto impresionante, sobre en el continente africano. Es el caso
de Nigeria, que en 1970 tenía 57 millones de habitantes pero que en el 2050
tendrá 389 millones. También es el caso de Tanzania, que habrá pasado de tener
14 millones de habitantes en 1970 a tener 139 millones en el 2050.
Para cuando lleguemos al 2050, la población africana
triplicará a la europea. En ese año el 70% de la población mundial vivirá en
ciudades (hoy lo hace el 50%). Ya para el año 2015 existirán en el mundo unas
30 megalópolis (de más de diez millones de habitantes). En 1950 solamente había
dos ciudades de ese tamaño: la zona metropolitana de Nueva York-Newark y la
ciudad de Tokio.
Hoy tenemos aglomeraciones urbanas impensables hace unos
años. 38 millones de personas viven en Tokyo, 25 en Delhi, 23 en Shangai, 21 en
el Valle de México, Nueva York, Pao Paulo o Mumbai, 18 en Beijing y 17 en Dhaka
(Bangladesh).
La humanidad tardó 250 mil años en alcanzar una población,
alrededor del año 1800, de mil millones de personas. Para llegar a los dos mil
millones de personas pasaron solamente 120 años. Para los siguientes mil
millones transcurrieron 33 años. Para los últimos mil millones de personas nos
tomó 12 años. Esos datos son impresionantes no solo porque reflejan un enorme
efecto “bola de nieve”, sino porque a la par del aumento de la población se ha
tenido que ofrecer una serie de servicios que nunca habían existido:
alimentación, agua, educación, salud, infraestructura, transporte, energía,
etcétera.
En las próximas décadas, países como Rusia o China verán un
brutal envejecimiento de su población, como resultado de la fuerte caída en la
tasa de natalidad. En América Latina ese mismo proceso también se dará, pero de
forma mucho más suave. Habrá más adultos mayores, pero seguirán habiendo muchos
jóvenes. En el mundo habrá en el año 2050 más de dos mil millones de personas
de más de 60 años, es decir, tres veces más adultos mayores que los que había
en el año 2000 con todo lo que ello supone para los sistemas de pensiones, para
los servicios médicos y de asistencia, etcétera. El 85% de las personas mayores
de 60 años en el 2050 vivirán en países que hoy en día son considerados como
países pobres.
Mejor medicina y más
esperanza de vida.
En las siguientes décadas asistiremos a grandes
transformaciones y avances en el campo de la medicina. Los precios de las
medicinas caerán de forma importante. La mortalidad infantil disminuirá
sustancialmente, sobre todo en los países en vías de desarrollo, que se
acercarán a los indicadores de los países más ricos. La esperanza de vida en el
África Sud-sahariana subirá hasta alcanzar casi los 70 años (hoy esa esperanza
es de 50 años).
Desde luego, habrá que hacer frente a nuevas enfermedades (la
Organización Mundial de la Salud reporta al menos una nueva enfermedad cada
año) y a formas más veloces de transmisión y contagio: la multiplicación de los
viajes en avión será un factor a tener muy en cuenta para detectar patrones de
contagio y distribución de virus.
El aumento en la esperanza de vida y la mayor eficacia de los
fármacos que combaten las enfermedades más conocidas harán que el mayor reto
médico del futuro sean las enfermedades mentales: viviremos más, pero la
angustia y la depresión seguirán estando muy presentes en la vida de millones
de personas.
También el aumento del sobrepeso (característico de
sociedades en las que la alimentación básica está cubierta para gran parte de
la población) será un problema muy extendido en el futuro, como ya lo es
actualmente en países como México o Estados Unidos.
Para los países en vías de desarrollo el gran reto será
suministrar personal médico e infraestructura hospitalaria suficiente para
atender a su población. En el mundo desarrollado hay diez veces más médicos que
en los países pobres. Actualmente, por ejemplo en Liberia hay un médico por
cada 71 mil habitantes; en Austria hay un médico por cada 206 habitantes y en
Noruega uno por cada 240 habitantes. Esas diferencias impactan directamente en
la calidad de vida y en la posibilidad de que los avances científicos en el
campo de la salud sean compartidos por todos. Si no hay suficientes médicos y
si no existe infraestructura hospitalaria adecuada, las personas seguirán
viendo negado su derecho humano a la salud.
El cambio climático y
las fuentes de energía para mover al mundo.
No solamente cambiará la vida de las personas, sino también
la composición del planeta. Se estima que en el 2050 en el Océano Ártico
desaparecerá el hielo, al menos durante los meses de verano. Será un inmenso
territorio abierto a la navegación y a la explotación de su subsuelo.
El mundo tendrá que encontrar nuevas formas de generar
energía. La dependencia de combustibles fósiles tiene sus días contados, pero
las alternativas todavía no parecen del todo claras. La electricidad seguirá
siendo necesaria para nuestra vida cotidiana, pero lo que está en duda es la
forma en la que podremos generarla sobre todo considerando las crecientes
necesidades que derivan del proceso de abrupta urbanización que están viviendo
muchos países. Tener a la gente viviendo en ciudades hace más fácil la
distribución del fluido eléctrico, pero también hace que el consumo per capita
aumente considerablemente.
Para el 2050 la escasez de fuentes de energía puede generar
tensiones territoriales muy fuertes, igual que la falta de agua (tema que es
especialmente delicado y potencialmente desastroso sobre todo en países que
tienen armamento militar, como es el caso de Pakistán y la India).
Más democracia, pero
de peor calidad.
El desarrollo de lo que se conoce como e-gobierno
suministrará cambios espectaculares a la forma en que se organiza la
administración pública. Veremos una reducción de las filas en las oficinas
públicas, en las que el ciudadano rara vez se tendrá que parar. Los servicios
públicos serán prestados de forma más eficiente gracias a la presencia masivas
de equipos de cómputo y sistemas inteligentes.
Los impuestos serán cobrados al instante sin necesidad de
hacer declaraciones absurdas como sucede actualmente y las casetas de peaje de
las autopistas se pagarán mediante sensores adheridos a nuestros vehículos y
conectados a nuestras cuentas bancarias.
Lo que cambiarán poco son las técnicas para manipular a los
votantes desde los medios de comunicación (aunque será menor la influencia de
la televisión y mucho mayor el papel de internet en las campañas electorales) y
seguirá siendo un factor decisivo el dinero para ganar en los procesos
electorales.
Los redactores de The
Economist señalan que veremos una paradoja democrática: habrá más
democracia en los países que todavía no la tienen. Pero la democracia se verá
debilitada en los países que tienen una mayor tradición de gobierno popular. Es
probable que en los países ricos aumente la apatía de los votantes, que el
desapego a la democracia se difunda, que las frustraciones de la vida diaria
dirijan las preocupaciones de las personas hacia ámbitos distintos al de la
vida pública, que los procesos de manipulación de grupos de votantes se
incrementen y que el aumento en la edad promedio de los ciudadanos favorezca a las
posturas más conservadoras en detrimento de las ofertas políticas de signo más
progresista.
Es altamente posible que la calidad democrática de los países
dependa en el futuro de elementos distintos a las elecciones. Desde luego, los
procesos electorales seguirán siendo esenciales para poder decir que un país es
democrático, pero tendrán igual importancia aspectos relacionados con la lucha
contra los monopolios, los organismos de protección al consumidor, la
regulación financiera y bancaria y sobre todo el Estado de derecho: lo que hará
que un país tenga mayor calidad de vida y un sistema democrático más robusto
será la efectiva aplicación de la ley y el aseguramiento de derechos
universales para todos sus habitantes.
Al respecto los redactores del libro que estamos comentando
señalan: “”En un sistema político que funcione debidamente, las elecciones no
son más que uno de los diversos controles y medidas de equilibrio que limitan
la avaricia y la ambición y protegen los derechos de los ciudadanos… Sin unos
tribunales independientes, eficaces y rápidos, provistos de jueces honestos y
abogados sin miedo, es poco probable que el proceso electoral refleje la
voluntad popular antes, durante y después de las elecciones”.
Por ejemplo, el Estado de derecho se tendrá que imponer
frente a los intereses económicos de las empresas aseguradoras, que tendrán un
papel fundamental en el cuidado de una población cada vez de mayor edad. Las
normas jurídicas deberán ser claras para que las empresas de seguros no puedan
dejar fuera de su cobertura a las personas ancianas y enfermas, para atender
solamente a los jóvenes y sanos.
El Estado deberá contribuir con sus propios recursos a
financiar la atención médica de niños y ancianos que vivan en situación de
pobreza, pero también puede hacer muchas cosas para que el mercado de las
aseguradoras sea transparente y accesible para todos. Los avances científicos
jugarán un papel esencial para que eso sea así, por medio de la llamada
telemedicina, el diagnóstico precoz, la atención y vigilancia permanentes de
enfermos, etcétera.
Una nueva economía.
Hacer pronósticos en materia económica se ha vuelto más
complicado que nunca. Es más fácil acertar en el pronóstico poblacional o en el
avance del cambio climático, ya que los factores que determinan la situación en
el año 2050 ya están presentes hoy en día. Pero en cuestiones económicas
predomina la incertidumbre.
Una firma tan prestigiosa como Goldman Sachs había predicho
que en el 2008 el PIB de China sería de 2,8 billones de dólares, pero en
realidad terminó siendo de 4,3 billones. La economía rusa fue en ese mismo año
de 2008 del doble de lo que Goldman Sachs había señalado y la de Brasil 2,3
veces más grande.
Para el 2050 la misma firma de análisis pronostica grandes
cambios en la economía mundial. El PIB de China superara los 70 billones de
dólares, siendo un 80 por ciento más grande que el de Estados Unidos. De los
países que integran las siete economías más grandes del planeta solamente uno
seguirá en esa selecta lista para en año 2050: Estados Unidos. Los demás países
que la conforman habrán sido superados no solamente por China sino también por
India, Brasil, Rusia, Indonesia y México.
En el 2050 habrá en el mundo más de 5,300 millones de
personas trabajadoras, el 70% de las cuales estarán en países que hoy se
definen como “economías emergentes”. Tomemos como ejemplo el caso de África,
cuyos 48 países tienen hoy en día 380 millones de personas, cifra que se
elevará hasta los 950 millones de habitantes en el 2050.
Las economías que presenten altas tasas de crecimiento en las
próximas décadas irán cambiando el peso de sus sectores productivos: de ser
economías agrícolas pasarán en pocos años a basarse en el desarrollo industrial
y posteriormente desarrollarán un pujante sector de servicios. Ese es el patrón
que se ha observado en las décadas recientes entre los países más desarrollados
y no hay elemento alguno que permita suponer que eso vaya a cambiar.
En los mercados emergentes crecerá la demanda de servicios de
diversión y de cultura, como suele suceder con las sociedades que ya han
cubierto las necesidades más básicas de sus habitantes.
Hoy en promedio los países de América Latina tienen un PIB
por habitante que equivale al 23,4% del PIB per cápita de Estados Unidos. En el
2050 será del 43,4%, lo que supone un avance de enorme magnitud.
Esos datos hacen pensar que el nivel de vida entre los países
se irá haciendo más parecido, aunque persistirán graves desigualdades dentro de
cada país. La clase media en el mundo se
va a expandir, pero las diferencias de ingreso entre las personas se harán más
grandes. Los ricos serán mucho más ricos de lo que lo son en la actualidad.
El crecimiento de la clase media va a suponer un aumento
importante en el gasto educativo tanto público como privado, tal como se ha
demostrado en los años recientes. Las clases medias quieren que sus hijos
tengan mayores oportunidades en su vida y saben que la llave de esas
oportunidades está en la educación.
El lugar de México.
Para México varios de los escenarios que permite entrever el
libro editado por The Economist son
muy importantes. Nuestro país sin duda tendrá un gran protagonismo en el año
2050, de alcance global. Será uno de los países más poblados del mundo y una de
las economías más relevantes. Además, jugará un interesante papel en el
suministro energético del planeta, si es que somos capaces de hacer pronto las
reformas al actual marco jurídico para explotar de forma sustentable los
recursos de petróleo y gas que tenemos almacenados en el subsuelo nacional[2].
La calidad de vida de los mexicanos en el año 2050 tendrá
mucho que ver con las decisiones que hemos tomado en los años recientes y con
las que estamos tomando justo ahora. Las inversiones que hagamos para mejorar
nuestra educación, el sistema de salud o la fortaleza de las prestaciones para
los pensionistas van a ser determinantes para configurar un futuro más o menos
luminoso para los habitantes de nuestro país que alcancen el año 2050.
Un mundo mejor.
De lo que no cabe tener ninguna duda es que en 40 años
veremos un mundo lleno de retos y desafíos enormes, pero un mundo en el que más
personas vivirán mejor y tendrán acceso a más oportunidades en muchos campos.
En todo caso, será un mundo que valdrá la pena ver y compartir.
Los redactores de The
Economist cierran el libro con un
aliento esperanzador. Señalan que en las próximas décadas no veremos el fin de
la historia, ni de la ciencia, ni del petróleo, ni de los libros ni por
supuesto del amor. Tampoco el fin de las guerras ni el de la amenaza de las
armas nucleares, por desgracia.
La humanidad ha logrado avances espectaculares y los seguirá
logrando, aunque las buenas noticias muchas veces no ocupen espacios en los
medios de comunicación. Por ejemplo, el número de personas fallecidas por las
sequías, inundaciones y tempestades en la primera década del siglo XXI fue 93%
inferior al número de personas fallecidas por las mismas causas cien años antes
y eso pese a que el planeta tiene una población mucho mayor actualmente.
Hace sesenta años una persona con un sueldo medio en un país
desarrollado tenía que trabajar media hora para poder comprarse una
hamburguesa. Hoy esa compra le requiere solamente tres minutos de trabajo.
Estamos ante el umbral de la historia en el que la tecnología
permitirá por ejemplo reprogramar nuestras células para eliminar padecimientos
y enfermedades. Las muertes por cáncer disminuirán significativamente en el
2050. Los avances en biotecnología permitirán el renacimiento de especies
extintas, de las cuales tenemos resguardos de material genético. El mamut será
probablemente la primera especie en volver a existir gracias al conocimiento
humano.
Las nuevas tecnologías harán que el gas natural y la energía
solar llegue a más personas a mucho menor precio que el que se paga hoy en día.
El PIB mundial por habitante se ha duplicado desde 1970 y
seguirá creciendo a gran velocidad durante las siguientes décadas, sobre todo
en los países emergentes entre los que se encuentra México. Si el PIB sigue
creciendo como lo ha hecho en los últimos cuarenta años, en 2050 tendríamos un
PIB per capita mundial de 22 mil dólares anuales, que es más alto que el que
tienen en la actualidad varios países de la Unión Europea. En México, si
hacemos las reformas importantes, mejoramos nuestra productividad y apostamos
decididamente por un sistema educativo de calidad, podríamos alcanzar un PIB
per capita cercano a los 50 mil dólares anuales, que es casi lo que hoy tiene
Estados Unidos.
Estos y otros datos nos permiten advertir un horizonte
promisorio. Nada está escrito en la historia de la humanidad y muchas cosas
pueden torcerse en poco tiempo, pero hemos sentado las bases para hacer de
nuestro planeta un lugar mejor para vivir. Un lugar en el que nuestros hijos y
nietos tengan muchas más oportunidades para tener una vida digna y plena, con
información al alcance de todos, con buenos servicios médicos y con seguridad
ciudadana. Todo eso existe ya como posibilidad al menos. El gran reto es pasar
del mundo de las posibilidades al mundo de las realidades. Depende del esfuerzo
de todos.