La amnistía, tomada en serio.

La amnistía, tomada en serio.

Miguel Carbonell.
@MiguelCarbonell

Una de las propuestas que mayor polémica ha suscitado en lo que llevamos de las campañas electorales para la Presidencia de la República es la que hizo el candidato López Obrador sobre la necesidad de procurar una amnistía a quienes han sido sentenciados por haber cometido ciertos delitos.

La idea ha generado reacciones a favor y en contra, al grado de que varios de los juristas que están en el equipo de AMLO han tenido que salir a aclarar el alcance de la propuesta, como lo hizo de manera extraordinariamente clara la Ministra en retiro Olga Sánchez Cordero.

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Debe aclararse quizá que la amnistía es diferente al indulto. Mediante un indulto se perdona a una persona que ha sido condenada, para efecto de que no cumpla con la sanción que le fue impuesta. Es de carácter individual y no extingue la responsabilidad penal (la persona indultada sigue siendo considerada como culpable), sino que solamente impide el cumplimiento de la pena. La amnistía por el contrario es de carácter general (se determina por mandato de ley) y puede beneficiar a un grupo de personas, las cuales no son consideradas como responsables de haber cometido un delito.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha fijado ciertos límites al uso de leyes de amnistía para perdonar delitos cometidos desde el poder público, sobre todo cuando se trata de violaciones graves a los derechos humanos. Ese sería un dique a la propuesta de AMLO: no podría usarse una ley de amnistía para perdonar a violadores de derechos humanos (recordemos que México tiene dos casos ante la Corte Interamericana por violaciones graves a los derechos humanos, en San Salvador Atenco y en el marco de la guerra contra el narcotráfico en el Estado de Chihuahua).

La idea de perdonar a ciertas personas que han sido apresadas por delitos relativamente menores (como por ejemplo a campesinos que enfrentan un proceso penal por sembrar marihuana), puede ser interesante si nos obliga a voltear a ver el uso indiscriminado y autoritario que durante años se ha hecho del sistema penal. En México el derecho penal ha servido para castigar sobre todo la pobreza.

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Nuestras cárceles están llenas de personas pobres, que con frecuencia no han tenido buena asistencia jurídica y que están ahí por haber cometido delitos que en otros países ni siquiera ameritarían un proceso de carácter penal. Ojalá que con la propuesta de AMLO podamos voltear a ver a esas personas y nos preguntemos con seriedad si encarcelarlos es la mejor respuesta que como sociedad podemos ofrecerles.

Ahora bien, la propuesta de la amnistía no sería adecuada –desde mi punto de vista- si se usa para perdonar actos de corrupción, abusos policiacos (tortura, desaparición forzada, ejecuciones extrajudiciales) o delitos cometidos desde el poder público.

La idea de que el Estado perdone a quienes han cometido un delito no es nueva en México. De hecho ya existe y se ha aplicado masivamente en los años recientes. Si consideramos que solamente se castiga uno de cada 100 delitos cometidos, lo que tenemos como resultado es una amnistía “de facto”, la cual alcanza también y sobre todo a los delitos cometido al amparo del poder: cientos o acaso miles de funcionarios públicos de todos los niveles que han cometido graves delitos de corrupción, siguen en absoluta libertad y disfrutando de cuentas bancarias y bienes inmuebles de lujo en el extranjero. A ellos tal parece que ya les aplicaron una amnistía, aunque sea de forma velada y sin que lo haya sabido la ciudadanía.

Lo que deberíamos hacer es tomarnos en serio la propuesta de AMLO, no para generar como resultado que nuestro sistema penal sea todavía menos eficiente de lo que ya es, ni para aumentar la enorme impunidad que lo caracteriza, sino para volver a pensar qué conductas debemos castigar y a quienes debemos enviar a la cárcel.

Es obvio que el sistema penal mexicano está en una profunda crisis (desde la prevención del delito hasta el delicado tema de las cárceles, tenemos mucho por mejorar en cada una de sus áreas), de forma que todo lo que podamos hacer para mejorarlo debe ser analizado con seriedad y serenidad.


Ojalá que junto a la propuesta de la amnistía los candidatos nos digan también qué piensan hacer para que nuestra policía sea más eficiente, para que los ministerios públicos hagan mejor su trabajo, para que no haya corrupción judicial y para que nuestras cárceles funcionen como se debe. Eso haría más creíbles sus propuestas sobre la cuestión penal y el perdón a los delincuentes.

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