¿Adiós al trabajo?
¿Adiós al trabajo?
Miguel Carbonell.
Director del Centro de
Estudios Jurídicos Carbonell AC.
Uno
de los impactos más contundentes del gran cambio tecnológico que está viviendo
el mundo se va a dar en el sector del trabajo. Los empleos tradicionales se
verán afectados y mucha gente tendrá grandes dificultades para conseguir
ubicarse en un mercado laboral que será tanto ferozmente competitivo como
altamente inestable. La idea romántica de tener un trabajo desde la juventud
hasta el momento de la jubilación ha pasado ya a la historia.
Estamos
a punto de entrar en un periodo de tiempo en el que muchas profesiones se
volverán obsoletas. Los programas de software podrán sustituir dentro de nada a
los contadores, ya que tendrán la capacidad de hacer los cálculos de lo que tenemos que pagar de
impuestos con mayor precisión, en menos tiempo y con un menor costo.
El
número de choferes de taxis disminuirán hasta casi extinguirse cuando se
popularicen los coches que se manejan sin conductor, lo que según los expertos
sucederá entre los años 2030 y 2040. Las miles de personas que trabajan en los
supermercados reabasteciendo los anaqueles y cobrando a los clientes en las
cajas también perderán su trabajo, ya que todas esas tareas serán realizadas
por robots.
Los
empleados en las agencias de bienes raíces cada vez tienen menos clientes, los
cuales buscan casas por internet y se ahorran las comisiones que les cobraban
los agentes inmobiliarios en el pasado.
Hace
unos años parecía impensable que desaparecieran las agencias de viajes; hoy es
difícil sino es que imposible encontrar alguna de ellas en las grandes
ciudades. Las pocas que siguen abiertas atienden solamente a personas adultas
mayores que no son capaces de comprar un boleto de avión o hacer una
reservación de hotel por medio de internet. Es lo mismo que le va a pasar a
otros sectores de servicios, industriales o comerciales.
La
masificación de las redes sociales y el uso intensivo de internet por miles de
millones de personas alrededor del planeta protagonizan en buena medida los
grandes cambios que estamos viendo. Empresas que tienen pocos años de ser
creadas y que se manejan con poquísimos empleados adquieren un valor altísimo
en un mercado dominado por la tecnología.
Cuando
en febrero de 2014 Facebook compró la empresas de mensajes telefónicos Whatsapp
por 19 mil millones de dólares, en esa empresa trabajaban solamente 33 personas. Cuando la misma Facebook compró Instagram, la red para intercambio de
fotografías, en un precio de mil millones de dólares, en ella trabajaban
solamente 13 personas. Cuando una industria clásica de ese sector, como lo es
Kodak, se declaró en bancarrota a principios del 2012, tenía una nómina de 145
mil empleados.
Un
estudio de la Universidad de Oxford señala que el 47% de todos los sectores
laborales se verá afectado por la revolución tecnológica producida por internet
y por las redes sociales ya que sus puestos de trabajo podrán ser automatizados
(es decir, realizados por máquinas y no por seres humanos) en las siguientes
dos décadas. El futuro ya nos alcanzó.
Los
puestos de trabajo que tienen mejores perspectivas de futuro son aquellos
vinculados con la innovación y el pensamiento crítico. Las personas que puedan
desarrollar nuevos programas de software o que encuentren aplicaciones que
resuelvan problemas cotidianos de la gente mediante el uso de la tecnología es
probable que obtenga gigantescas ganancias.
También
tienen buenas perspectivas las profesiones que requieren forzosamente de seres
humanos para ser llevadas a cabo. Por ejemplo, es poco probable que se pueda
sustituir el trabajo que hace un dentista, un bombero, un actor profesional o
un cantante de ópera. La tecnología va a permitir que el dentista pueda revisar
a un cliente de manera remota o que cuente con un brazo mecánico para
practicarle una endodoncia desde otra ciudad, pero la valoración profesional
que el dentista pueda hacer de la dolencia de su paciente es poco probable que
pueda ser sustituida por una maquina. Los actores y los cantantes de ópera
seguirán estando bien pagados y sus espectáculos se verán alrededor del mundo
por miles o millones de personas; nadie va a preferir una película
protagonizada por un robot si puede ver una en la que aparezca George Clooney,
por ejemplo.
La
clave que hay que atender, como ha sucedido ya en otros periodos de la historia
humana marcados por profundos cambios tecnológicos (como lo fue la era de la
primera revolución industrial y el momento en el que se da el surgimiento de
las máquinas de vapor), reside en el sistema educativo. Necesitamos desarrollar
personas que estén preparadas no para ir a pedir trabajo, sino para crear por
sí mismas uno.
Necesitamos
que nuestros jóvenes dejen de repetir de memoria lo que los profesores les
dictan y se pongan a aprender las destrezas necesarias para hacer nuevos
programas de software. Es mejor ver a un adolescente desarrollando habilidades
para terminar de programar un videojuego (como hacen los niños en Corea del Sur
desde los 6 años) que pedirle a ese mismo joven que perfeccione durante meses y
meses la letra cuando escribe a mano.
Para
poder lograr que las siguientes generaciones sean competitivas en un entorno
laboral tan exigente, necesitamos que los niños vayan a la escuela desde los
niveles preescolares, ya que es desde los primeros años de vida cuando se
pueden desarrollar la imaginación creativa y el pensamiento crítico que los
haga ser en el futuro personas innovadoras.
En
otras palabras, necesitamos darnos cuenta de lo mucho que está cambiando el
mundo y necesitamos invertir como nunca en la transformación de nuestros
sistemas educativos, para hacerlos realmente útiles y modernos. Si no lo
hacemos o si lo hacemos demasiado tarde, es probable que el cambio tecnológico
arrase con nosotros.
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