Leer a Carnelutti.
Leer a Carnelutti[1].
Miguel Carbonell.
Director del Centro de Estudios Jurídicos
Carbonell AC.
Italia es el país que más ha aportado a la cultura jurídica
de la humanidad. Desde el derecho romano hasta las más recientes teorías del
garantismo jurídico, los juristas italianos han estado siempre pensando de
manera vanguardista en las instituciones jurídicas y construyendo ideas que han
permitido el perfeccionamiento del derecho. No se me ocurre alguna otra nación
que haya hecho tantas y tan relevantes aportaciones al mundo jurídico como
Italia.
Y dentro de tales aportaciones han destacado las relativas al
derecho procesal. Basta recordar nombres tan relevantes como Giuseppe
Chiovenda, Piero Calamandrei, Mauro Cappeletti o el del autor del libro que
ahora presentamos: Francesco Carnelutti. Se trata de verdaderas leyendas del
procesalismo científico, cuyas obras constituyen lecturas obligadas para los
abogados del siglo XXI.
“Cómo se hace un proceso” es el último libro publicado en
vida por Carnelutti. Apareció en Italia en 1964 y su autor falleció el 8 de
marzo de 1965. Se trata de un texto breve, que tiene un propósito de difusión y
que, a diferencia de muchas otras obras del autor, no se propone realizar una
exposición científica o profunda de los temas abordados. De hecho, el texto es
el resultado de un guión preparado para ser leído en transmisiones
radiofónicas, práctica que es relativamente común en Italia, como forma de
hacer llegar el conocimiento de los especialistas en diversos campos de la
ciencia a la ciudadanía.
En América Latina sería interesante poner en marcha un
proyecto semejante, puesto que en la actualidad nuestros medios masivos de
comunicación en vez de contribuir a educar a los ciudadanos hacen su mayor
esfuerzo para perpetuar la ignorancia y el chismorreo que por décadas han
caracterizado a nuestras sociedades.
Carnelutti destaca en su libro la atención que generan los
procesos judiciales en la opinión pública y la poca comprensión que se tiene
sobre su funcionamiento. Tenía mucha razón el autor cuando escribió su texto,
pero la sigue teniendo hoy en día, más de cinco décadas después. En nuestro
tiempo también hay un seguimiento masivo de las actuaciones judiciales, aunque
la incomprensión de la que hablaba Carnelutti se ha multiplicado por mil,
debido a las informaciones sesgadas, incompletas o de plano falsas que con
frecuencia se transmiten a través de las redes sociales. Internet se ha
convertido en un megáfono de lo que sucede en las salas de audiencia, pero a
veces es un megáfono que distorsiona, engaña y falsifica la información.
Incluso antes de la masificación del internet, la televisión
también generó un impacto inaudito de los procesos judiciales. Basta recordar
el caso contra OJ Simpson en Estados Unidos, seguido por millones de telespectadores
durante meses, o el caso de Florence Cassez en México, basado en un “montaje
televisivo” orquestado por las autoridades con la complicidad (impune todavía,
por cierto) de las dos principales televisoras del país.
Tiene razón Carnelutti cuando afirma que “el interés del
público, que constituye una especie de halo en torno al proceso, es el signo
infalible del drama que en él se ventila, así como de su valor para la sociedad
y para la civilización”. Y esto es cierto porque, en efecto, la existencia de
tribunales y procedimientos jurídicos para dirimir conflictos entre los
particulares, o entre los particulares y las autoridades, es una de las mayores
expresiones de la civilización humana: acudimos a tribunales a reclamar
nuestros derechos cuando hace apenas unos siglos nos matábamos entre nosotros
para arreglar los problemas en el seno de la sociedad. Nos recuerda el autor
esa máxima que formularon ya los romanos: el proceso judicial existe para
evitar que los ciudadanos lleguen a las armas (“Ne cives ad arma veniant”).
Diría que hoy es más urgente que nunca difundir, incluso y
antes que nada entre los estudiantes de derecho y los abogados, los
conocimientos básicos de la estructura de un proceso judicial, la diferencia
entre el proceso civil y el penal, la integración de cada una de sus etapas, el
papel que juegan los respectivos actores y la forma en que se van resolviendo
los temas planteados.
El libro “Cómo se hace un proceso” es una excelente
herramienta para lograr esa difusión. Además de los temas que aborda el autor,
hay que destacar que lo hace con un estilo de exposición muy elegante. Sobrio,
pero de una gran elocuencia. Toda una lección de buena escritura para los
juristas del siglo XXI.
En la colección “Biblioteca Clásica del Abogado” que estamos
publicando en el Centro Carbonell nos hemos propuesto rescatar las voces que
más trascendencia e impacto han tenido en la historia de las instituciones
jurídicas. Empezamos con Hans Kelsen y ahora seguimos con otro clásico como lo
es Carnelutti. De esa manera contribuimos a formar lo que podría llamarse el
“pensamiento jurídico de base”, el cual requiere precisamente de la lectura de
los clásicos, como fundamento esencial para luego poder comprender los arduos
problemas de nuestros ordenamientos actuales.
En México se han hecho profundas reformas de carácter
procesal. Basta mencionar las que se orientan a robustecer el principio de
oralidad procesal, ya presente en materia penal, mercantil, administrativa,
familiar y laboral. Para su correcto funcionamiento necesitamos contar con las
mejores bases y el pensamiento más claro que tengamos a nuestro alcance. Las
palabras de Francesco Carnelutti que encontrará el lector en las siguientes
páginas pueden servir para eso y para mucho más. Es una delicia leerlas, por lo
que podemos aprender del estilo elegante y culto del autor, pero también por el
enorme aprendizaje que nos deja.
[1] El presente texto aparece
a modo de “Presentación” de la obra de Carnelutti publicada por el Centro
Carbonell.
Cómo se hace un proceso, de Francesco Carnelutti. Lo puede adquirir aquí
Entradas relacionadas:
El caso Cassez
Cómo se hace un proceso, de Francesco Carnelutti. Lo puede adquirir aquí
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